
Emilio Domínguez Del Valle Abogado, experto en Movilidad y Transportes.
En Madrid existen invariablemente más de 15.000 licencias de taxi desde los años ochenta. Madrid ha crecido muchísimo en los últimos 40 años, tanto en términos de renta como en relación con el número de visitantes y turistas que recibe, sin embargo, sigue habiendo el mismo número de taxis, la estructura atomizada y el régimen jurídico, alambicado y rígido del sector tampoco ha mutado sustancialmente.
Los taxis operan en todos los segmentos de actividad posibles: contratación directa en la calle, en paradas y servicios previamente contratados. No obstante, en estos últimos, sobre todo, los taxistas mantienen muchas ineficiencias motivadas por su regulación de corte intervencionista, que lastran su competitividad y la productividad del servicio frente a otras modalidades de transportes urbanos como las VTC.
No hay más que ver la media de kilómetros en vacío que hacen los taxis, que en 2017 se situaba en el 53%, medida con ocasión del informe del Ayuntamiento de Madrid realizado por Vectio, aunque actualmente gracias a la incipiente digitalización en el sector pueda haber bajado entre 5 y 8 puntos, cosa que se conocerá cuando el próximo informe municipal vea la luz. En cualquier caso, es una regla de todo transporte que cuantos más kilómetros en vacío, mayor ineficiencia, menor productividad, más gasto y menos ingresos.
El servicio de taxi es uno de los sectores clave en la movilidad de Madrid, pero su regulación actual aún no es equilibrada, establece normas restrictivas de la competencia, en perjuicio de los usuarios y de los propios taxistas.
Esto lo ha detectado claramente la sociedad madrileña, que en una reciente encuesta de Metroscopia que ha destacado como 9 de cada 10 madrileños quieren que se mantengan los actuales servicios de VTC y 3 de cada 4 madrileños apoyarían una regulación de taxis y VTC convergente, y abogan por los precios cerrados y la flexibilidad de tarifas.
Con semejantes propósitos tuvo lugar la última modificación del Reglamento del Taxi de la Comunidad de Madrid que se efectuó por Decreto 35/2019, de 9 de abril, sobre el que aún queda mucho margen para avanzar en el tipo de servicio que desean los madrileños, de un modo compatible con la necesaria rentabilidad de los negocios de taxi y la sostenibilidad y calidad del servicio. La judicialización y las consecuencias de la sentencia que anuló por defectos de forma dicho Decreto, actualmente recurrida en el Tribunal Supremo, son una oportunidad para el taxi de construir un mejor reglamento, con normas más flexibles y procompetitivas, de cara a ganarse de nuevo al público que les ha abandonado en favor de las VTC.
Enrocarse en la congelación de la actual normativa o incluso en la vuelta al texto de 2005 solo va a traer crisis, pérdidas económicas y problemas de adaptación a la realidad actual, casi 20 años después de aquella norma.
Por ello para afrontar una reforma equilibrada, en primer lugar, se debe profundizar en la reforma procompetitiva del régimen tarifario de los servicios previamente contratados, consolidando la oferta de precios cerrados con descuentos sobre las tarifas máximas de aquellos y jugar la misma liga que los VTC, donde la profesionalidad del taxi le hará ganar muchos enteros.
En segundo lugar, culminar una regulación efectiva del taxi compartido (contratación por plaza), que debe ser lo menos rígida posible y aliada con la tecnología, para fomentar un uso más económico del servicio de taxi, contribuir a eliminar congestión vial y favorecer la sostenibilidad medioambiental del servicio. Debe establecerse un incentivo al taxista para realizar estos servicios, donde debe percibir más ingresos que por una carrera normal, a la par que cada pasajero abone una cantidad menor a la que hubiera resultado de contratar el taxi por su capacidad global. Una bajada de bandera individual por pasajero solventaría esta cuestión y multiplicaría servicios a aeropuerto y otros tráficos a estadios, ferias, etc, que favorecerán mucho al taxi madrileño.
En tercer lugar, este aspecto de medioambiente y calidad del aire también debe ser una prioridad de la Comunidad de Madrid estimular la descarbonización en el servicio de taxi, en la línea marcada por la Leyes de Transportes Urbanos y de Movilidad Sostenible, así como fomentar la digitalización del servicio, que redunda en las reformas procompetitivas ya citadas.
En cuarto lugar, otras medidas como ampliar la libertad de horarios de servicio de los vehículos adscritos a la licencia, acompañarían esta necesaria flexibilización de las condiciones reguladoras del servicio para encarar la próxima década.
Un servicio al público de calidad es compatible con la mejora de la competitividad y la productividad de sus prestadores. La apertura a la prestación del servicio por personas jurídicas, desde 2019 no ha producido ninguno de los cataclismos anunciados por parte del sector tradicional. Facilitar su desarrollo permite incrementar la inversión. La llegada de capital evitará cualquier devaluación del valor actual de las licencias, a la par que promover nuevas fórmulas de crecimiento empresarial o profesional aumentando el número de vehículos de que cada autónomo o empresa pueda ser titular; facilitaría las economías de escala y protegería al sector de reformas fiscales desfavorables, así como redundaría en la especialización y calidad del servicio, inmerso en una regulación eficiente de los estándares del mismo.
Por tanto, la situación del taxi de Madrid, si aprovecha bien sus cartas, es muy ventajosa para obtener las reformas necesarias para reforzar la viabilidad de sus negocios, mantener o elevar el valor de sus licencias, captar nueva cuota de mercado en alianza con las plataformas digitales y renovar mantras e ideas que hasta la fecha solo le ha conducido a alejarse de la realidad social y enfrentarse con parte de sus potenciales usuarios.
La afluencia de fondos de todo tipo que va a recibir la movilidad urbana en los próximos años, además de los NextGeneration, dedicados a mejorar flotas, infraestructuras y vías de comercialización del taxi, es una oportunidad que no debería dejarse pasar de largo por las diversas entidades del sector. Aquellos que, huyendo del conflicto estéril, sean capaces de construir un trabajo solvente para ayudar al taxista a crecer, en vez de seguir lastrándolo (cuando, paradójicamente, puede llegar su mejor momento en décadas, si se saben hacer las cosas) creo que serán premiados por sus compañeros.

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